Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Isidora Correa y la arqueología del presente

En la era del exceso y el desecho desmedido, Isidora Correa resta material para construir. Y de pasadita nos estudia. Nos estudia como si se tratase de una civilización extinta de la cual quedaran solo sus recipientes, sus utensilios, y como si con ellos se pudiese recrear las dinámicas y comprender la forma en que…

«Cuántas cosas necesitamos, cuántas cosas acarreamos… por cada tipo de flor hay un florero, por cada tipo de líquido hay un vaso… eso a mí me sorprende… esa superproducción de objetos».
I. Correa

En la era del exceso y el desecho desmedido, Isidora Correa resta material para construir. Y de pasadita nos estudia. Nos estudia como si se tratase de una civilización extinta de la cual quedaran solo sus recipientes, sus utensilios, y como si con ellos se pudiese recrear las dinámicas y comprender la forma en que esa sociedad extinta ―que es en realidad la nuestra― se relacionaba con el mundo. Recrea rasgos de nuestra personalidad compulsiva a través de la absurda variedad de recipientes que usamos y apunta a nuestra inconciencia ecológica a través de la insistencia en materiales como el plástico.

La primera obra que vi en vivo de la artista estaba conformada por una hilera extensa de vasos de vidrio, todos distintos, cada uno conteniendo una piedra, evidentemente todas diferentes en su condición natural de piedras. Las piedras parecían alojarse y, al mismo tiempo, erigirse desde sus pequeños pedestales, como si cada uno de esos vasos fuera en realidad un plinto escultórico diseñado específicamente para esa forma irregular, a veces redondeada, a veces puntiaguda. El vaso es una especie de piedra refinada, artificiosa, esculpida para cumplir una función específica. La piedra: la materia prima, una escultura natural que da vida a ese vaso que ahora le hace levitar, dignificándola, aunque humildemente.  

La segunda obra que quedó en mi retina para siempre, al igual que su título, fue “Campo minado”: un suelo de parqué que recuerda a esas arenas movedizas que vimos en las películas cuando éramos niñxs pareciera estar tragándose una serie de recipientes domésticos y coloridos. No puede recorrerse el espacio físicamente, pero resulta imposible no recorrer visualmente esos platos, esas tazas, tazones, palanganas, bandejas, coladores, ollas, copones y otros recipientes caseros, o lo que queda de ellos, en realidad, pues vemos solo partes que han sido finamente cortadas y ahora componen, como quien compone una pintura, un campo minado, título que se pone en tensión con aquellos cuerpos tan aparentemente inofensivos y tan sensiblemente estéticos.

Isidora Correa es una artista particular de la escena chilena. Con sus aires arqueológicos, su obra resulta el perfecto ejemplo de cómo pueden entretejerse los discursos político, antropológico, social y cultural dentro de una obra, sin dejar de lado la poética visual y la naturaleza sensorial de los elementos estéticos de la materia misma. 

Compartir:

Post relacionados

Suscríbete a

Introduce tu correo electrónico para recibir nuestra newsletter

* Requerido