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«Mnémosine»: una exposición colectiva en Galería Franca

Hace unos meses Francisca Donoso, Gerardo Köster y Asunción Mena me invitaron junto a Camila Alegría a co-curar una muestra colectiva en torno al concepto griego Mnemósine, a realizarse en una casa antigua que espera su demolición. Alimentada por la presencia de artistes, los recuerdos y presencias que perduran en ella, y la generosidad de las personas que esperan a construir en ella su futuro hogar, se convirtió en una agencia más en una red afectiva formada por les fundadores de la Galería, las curadoras, les artistes, residentes y públicos que la recorrieron. Aquí una pequeña conmemoración de lo que fue, con fotos de las obras expuestas tomadas por Sebastián Mejía, y copias de los textos que las acompañaron: un poema de Gabriela Paz, y un texto curatorial de la que escribe.

Artistas: Bernardita Arís, Matteo Citarella, Daniela Díaz, Catalina López, Valeria Manríquez, Valentina Osnovikoff, Carolina Spencer.

MNEMOSINE

“La imaginación es cuando cierras los ojos y piensas en una puerta” —Dave Hickey

Este texto es una puerta de entrada.

Una de tantas. Hay una y mil maneras de estirar la mano y girar el picaporte.

Porque entrar a esta casa es aceptar la invitación a navegarla, a habitarla. Poner el cuerpo y la atención; escuchar los murmullos y ecos de esos cuerpos-otros que la habitan; que nos reciben, solícitos, en su intimidad. El cuerpo de casa, el cuerpo de obra, que dialogan entre sí.

Cuerpo de casa, cuerpo de obra, que son memoria tangible y actual. Que nos refriegan el límite poroso entre nuestros cuerpos y sus cuerpos-otros, una trama de afectos, resistencias e ilusiones. Las pequeñas ecologías que conviven en los frascos de Catalina. El olor a cloro y verano de los recuerdos de Dana. El gesto luminoso de Bernardita, los ecos de Matteo, la voz de Valeria desgranándose. Conversan y discuten, se abrazan y contagian como las polaroid de Valentina y las abstracciones de Carolina.  

Porque el recordar es experiencia sensible, física. Que la mirada acaricie ese otro cuerpo. Que la oreja se erice. Que los olores nos recorran. Sentir el peso de la madera en la punta de la lengua. Que despierten recuerdos feroces e inexorables; o reminiscencias, frágiles como reliquias. Una memoria que se haga fantasía y ensueño, baile y juerga, descomposición, aroma, y sombra, también. Son crujidos y quejidos – de la casa y los nuestros. Memoria, hueso, viga. Memoria, pie, susurro. Sumarse a algo que está en curso: una remembranza flexible, elástica, que divaga, se despliega y se re-elabora.

Un cuerpo en que habita la memoria; un cuerpo que navega la casa; cuerpos que pueblan las paredes; una casa que se estira, para acoger esa latencia de viernes en la tarde, y luego, desaparecer para siempre.

María Victoria Guzmán

Poema de Gabriela Paz

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