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Proyecto Sin Nombre: Mercedes Fontecilla

Mercedes se sienta al otro lado de nuestras pantallas cómoda, sonriente y relajada. Así empieza una conversación que serpentea por distintos temas.

Mercedes: Debo de decirles que no preparé nada, esto será una deriva, una deriva situacionista. Decidí no leer las demás entrevistas que han hecho para no impregnarme de algo que no es mío. ¡Me preparé para no estar preparada!

Victoria: ¡Justamente! Nosotras nos preparamos porque tenemos que conocerte bien para indagar y rascar en tu obra. Me imagino que tú te conoces ya…

M: ¡Una muchas veces no sabe que se conoce! Y las veo tan apasionadas, tan llenas de amor y con tanta capacidad de hilar las ideas: ya con sus primeros correos en que enunciaban ciertas líneas o ideas para conversar me di cuenta de que son fantásticas, unos buzos que van por las algas, por todo el fondo marino.  

Paula: Ha sido una acción tangible en esta pandemia. Aunque sean encuentros mediados por la digitalización, son reales, al igual que el registro que queda, las relaciones que se generan, las ideas que cobran forma… Nos hemos dado cuenta de que estas entrevistas son luces, de lo mejor que nos ha pasado durante estos meses de crisis. Un regalo, en realidad.

Empezando a pensar en tu obra, quería indagar en cómo arranca tu proceso creativo. ¿En qué piensas primero? ¿Lo gatilla un lugar que visitaste, un material que quieres trabajar, una frase que te quedó dando vueltas, o una idea que quieras desarrollar?

M: Arranca de forma bastante orgánica. Son parte todos esos elementos, que van confluyendo en un concepto y entran a tallar ese proceso creativo. Incluso juegan un rol aspectos domésticos, o circunstanciales: no siempre se integran como parte de una búsqueda específica, sino que distintos aspectos se van recabando solos, y decantan hasta que me interpelan. Hay un proceso entonces, de acumulación. Por ejemplo, en términos de materiales, siempre he coleccionado piedras. No comenzó de forma demasiado consciente, y tampoco he tenido una preocupación taxonómica con el material que he recopilado, no tiene ningún tipo de jerarquía. Pensaba que mi memoria sería suficiente para recordar nombres, procedencias… Pero no, les perdí la huella. Y pasa que las piedras están ahí, hermosas, y emiten su pulsión, que retroalimenta mi quehacer. De hecho muchas personas me traen piedras de regalo, de diferentes lugares, sin yo pedirlas. Y así las piedras asoman en mi obra y configuran gran parte de mi trabajo actual. Una de mis últimas exposiciones se tituló “Kura” que en mapudungun significa piedra. Allí efectivamente tomo consciencia de que he estado hilando y ejecutando algo de una manera muy instintiva, muchas veces sin un propósito. Distinto a lo que nos enseñan en la Academia, a plantearnos una hipótesis y a partir de ésta elaborar una tesis. Pero veo que a veces el camino es al revés. Y luego toca verbalizar ese camino y te das cuenta de que sí: que tienes una postura, un convencimiento, una base.   

Exposición «Kura», Teatro del puente, 2018. Registro fotográfico de Gabriel Renié.

V: Es algo que se repite mucho en las distintas entrevistas: esa idea de que se empieza con el hacer y que luego de un tiempo se empieza a ver un cierto hilo que une todo.

M: Para mí un punto de inflexión crucial fue un workshop que dirigió Raúl Miranda en el Centro Montecarmelo. En ese momento yo estaba preparándome para dejar mis trabajos relacionados con la publicidad, los que me absorbían una cantidad de tiempo infinito – tiempo, y alma también. Fue un proceso que ocurrió casi sin darme cuenta y empecé a enfocarme cada vez más en procesos artísticos, a dedicar cada vez más tiempo a éstos.  

La experiencia del workshop fue genial, sobre todo por la sinergia que se produce con los colegas. Esa experiencia de laboratorio creativo me catapultó a donde pertenezco. Cuando estás con otros artistas ya no eres la rara del grupo, hay una identificación inmediata de intereses, de maneras de reflexionar, incluso el humor si se quiere. Para terminar Raúl nos dice “armemos una exposición”. Todos nos miramos pensando en cómo en un mes íbamos a levantar una exposición. Por un lado están los procesos creativos, y por otro el caudal de dinero que se necesita para producir las obras. Allí se me volvieron a aparecer esas colecciones, recopilaciones inconscientes, de saberes, y de piedras. Raúl nos propuso trabajar en torno al patrimonio del territorio donde nos encontrábamos. Justamente por ese tiempo mi hija estaba preparando su tesis de Arquitectura en torno al río Mapocho como eje, como elemento estructurante de la geografía y la urbanización de la ciudad y yo la había estado acompañando en derivas por el río. Le propuse que fueramos al origen del río y en todo ese proceso fui tomando apuntes, fotos, y acumulé un material visual importante, por lo que le propuse a Raúl trabajar el patrimonio natural y geográfico de la ciudad. Presenté 22 fotografías, que más adelante fueron expuestas en Galería NAC y luego en el Teatro del Puente. Esta última fue especialmente interesante, porque el Teatro está literalmente sobre el Río Mapocho, lo que provocaba un diálogo muy rico entre el “modelo” y la obra.

V: Me gustaría indagar en estos encuentros tuyos no sólo con el río, sino que también con los objetos que encuentras en las derivas. Objetos que has encuentras y recolectas, tanto física como digitalmente, en Instagram. Lo menciono porque tu obra me llevó a pensar en las discusiones entre los filósofos griegos Heráclito y Parménides, sobre si las cosas siempre cambian o son eternamente las mismas. ¿Sientes que te transformas en esos encuentros? Intuitivamente vas tropezando, chocando con ciertas materialidades. Y estos también sufren una transformación tras ese encuentro, padecen o les acontece un cambio una vez que entran en contacto contigo.

M: Claro. Mi exposición en NAC se tituló “Damos vueltas en la noche y somos consumidos por el fuego” que es la traducción del latín “in girum imus nocte et consumimur igni”. Es un palíndromo, una frase simétrica o un texto espejo: se lee igual hacia adelante que hacia atrás. Es una cita al artista situacionista Guy Debord y su película del mismo nombre, donde habla de la sociedad de consumo, que es uno de los fundamentos de su pensamiento. En ese contexto, la serie “Objetos encontrados” está compuesta de fotografías de elementos muy diversos que fui encontrando en el borde del río Mapocho, en las distintas derivas, en las que aparecen estos objetos inanimados que experimentan una transformación involuntaria. Se podría hablar de una “estetización”, necesaria para enfatizar su discurso de despojo en una sociedad de consumo.

Pensando en mi propia transformación, esta experiencia gatilló un proceso reflexivo del que siento que salgo transformada, consciente de que los seres humanos somos elementos de esa naturaleza que hemos ido desnaturalizando. Uno de mis objetivos es transmitir al espectador que debemos re-naturalizarnos para no convertirnos en un elemento de despojo más. Busco revertir esa desvalorización que acarrea el consumo no sólo de los objetos sino también del ser humano. El que todo sea efímero, y nada duradero. Eso lo he encausado buscando que mi trabajo sea coherente con esa conciencia ecológica. Ahora, cuando hago una obra me pregunto cual es su huella de carbono. Si hablo de ecología, de ser parte de la naturaleza, no puedo yo encarnar un oxímoron y estar contaminando con mi trabajo.

«Origen 6» (2015-2018). Fotografía digital.

V: En tu obra está muy presente la idea de los ciclos, y con esa acción cortas esta cadena de huellas, despojos y desperdicios. El mundo del arte tiene una huella de carbono tremenda, las exposiciones internacionales, sin ir más lejos.

M: Sí, imagínate, las ferias son una brutalidad.

P: Es importante el tema de los ciclos. Por ejemplo, el el trabajo que hiciste en Farellones, «ORIGEN: 33º22’25’’S 70º23’50’’W 17.67km 65.3ºNE» me llama la atención que primero vas a ese lugar a hacer un registro audiovisual; y luego vuelves a ese mismo lugar, al origen, de cierta forma a presentarle lo que hiciste.

M: Allí se fue dando una concatenación de ideas. A Ya con el trabajo para la primera exposición en el Centro Montecarmelo consideré al río como una entidad: no era una cosa efímera, parte de un paisaje, sino que una entidad que tiene una identidad. Cuando Nicole Andreu vio ese material me propuso trabajar en videoarte. Fue algo que no tenía presupuestado, y mis recursos audiovisuales eran desde el espectador. Pero había participado del festival Tsonami en Valparaíso el 2015, donde tuve una fuerte aproximación a lo sonoro, descubrí desde el ángulo creativo ese alucinante mundo y quería incorporarlo como recurso a mis trabajos visuales. Estaba la fascinación, pero no la materialización. Entonces cuando surge la idea del video, pensé “aquí tiene que estar lo sonoro” y conversando con Claudia Casasola, una gran amiga artista con quien tuvimos una conexión del alma, me propuso realizar la obra sonora. Y así empezaron a conjugarse lo visual y lo sonoro. Eso se mostró en NAC, un material riquísimo, donde el río Mapocho y su origen, es protagonista.

«ORIGEN: 33º22’25’’S 70º23’50’’W 17.67km 65.3ºNE» (2017). Videoarte.

P: Me parece muy significativo que después de eso volvieras. Se me aparece como una operación honrosa hacia la naturaleza: de devolver, de cierta forma, eso que tomaste. Tiene otras capas también, como la de la memoria. Y como una ofrenda al río. ¿Cómo fue para ti ese momento, de llevarle esa memoria a la naturaleza, devolviéndola a su origen, en ese mismo lugar?

M: Es una ofrenda, sí.  El rio me estaba llamando. llamando. Cuando los fotógrafos “sacan” fotos y dicen “voy a volver a traerles una”. Y no vuelven, es un extractivismo brutal. Para mí esto fue un circulo virtuoso con el río. Por ese tiempo había conocido la Galería Callejera, que es una galería de arte móvil, un camión. Y presenté a su convocatoria llevar ese videoarte del río Mapocho a su origen y utilizar este camioncito como dispositivo audiovisual. Hacer esa exposición fue un acto de gratitud, que tiene ciertas referencias o que buscaba ser una especie de espejo de las creencias que valoro mucho de las culturas originarias. Y si estoy refiriéndome al origen de la ciudad, también hablo del origen de los asentamientos humanos en este valle, volviendo a ligarme con esos sistemas de creencias.

En un acto performático de presentar al río lo que había creado a partir de él como elemento y espíritu sagrado, involucrándolo como protagonista y espectador. Tenía que estar esa idea de ciclo, de lo circular -que se liga también con el palíndromo- y el río que es agua y desde el punto de vista físico tiene sus propios ciclos circulares. Fue la acción que me dio la posibilidad de fluir circularmente como parte de esa totalidad.

Intervención de sitio específico «ORIGEN: 33º22’25’’S 70º23’50’’W 17.67km 65.3ºNE» (2018). Galería Callejera en camino a Farellones.

V: Me llama la atención que te refieras al río como una entidad y una identidad: es como si estuvieses en un diálogo de profundo respeto con él. Me imagino que debe haber sido muy especial escuchar tu video y al mismo tiempo el agua corriendo.

M: Sí, fue una fecha inolvidable. Era junio, hacía un frío muy fuerte; estuvimos hasta el anochecer, aprovechando la luz completa, hasta que vimos salir la luna. De cierta forma tuve que desdoblarme: por un lado era la artista que estaba llevando esta ofrenda y al mismo tiempo estaba haciendo el registro fotográfico. Por otro lado, mi gran amigo Andrés Jordán estaba haciendo el registro audiovisual y revisábamos juntos los encuadres y otros detalles, estábamos como en “trance”. Estaba esa parte objetual, de las cámaras y esa otra parte espiritual mía, donde efectivamente tenía un diálogo y una contemplación sublime con esta entidad magnífica, con el río. Yo quería percibir su sentir. Si te muestran una obra de ti, existe una emotividad; yo quería poder ver y apreciar eso. Había una escala humana que la producíamos nosotros. El río amplifica la escala a un nivel geográfico, e incluso más allá, a nivel cósmico. El plan inicial fue hacer coincidir la acción con el solsticio de invierno, el We Tripantu. Fue complicado conseguir los permisos para entrar al fundo donde se emplaza el origen del río e imposible realizar la acción el mismo 21 de junio, fue al día siguiente pero igual se sintió esa sincronía con el inicio de un nuevo ciclo, del regreso del sol, honrando esa riqueza espiritual que tienen nuestros ancestros.

P: Me generó contradicción y duda el sonido del generador. Claramente podrías haberlo editado para que no estuviera: pero al ver el video, y escucharlo, me pareció fundamental que existiera ese sonido. ¿Cómo tomaste la decisión de dejar ese ruido industrial? Es bastante fuerte, porque por un lado tienes el tema de la ofrenda, pero al presentarla se percibe con el sonido del generador. No existen decisiones correctas o incorrectas, pero me pareció atractiva la decisión ¿Cómo fue para ti?

M: Me quitó el sueño varios días. Justamente, era un aspecto que no podía soslayar, que pude haber omitido y nadie se hubiese dado cuenta. Pero me pareció poco honesto cambiarlo porque ese ruido es parte del discurso: ésto es lo que pasa cuando intervenimos la naturaleza, así llegamos, así de rudo es. Pensemos en el oxímoron nuevamente, una inflexión para plantear la obra en su producción de aquí en adelante. ¿Voy a seguir usando generadores para hablar de ecología? ¿Qué pasa con esa contaminación que también es acústica? Por eso la decisión fue que se quedara el sonido original. Y es rupturista para el espectador, quizás fue lo que te pasó a ti Paula, y a nivel de discurso creo que es mucho más potente que buscar lo sublime o limpio.

P: Exactamente: me pareció realmente potente.

M: Fue motivo de mucho análisis. En la Escuela de Artes te hablan la idea de la belleza, de cómo planteas la belleza en tu obra. Finalmente he ido dirigiendo mi trabajo estético justamente a lo no-bello, lo indeseado, lo descartable, los elementos de despojo para mostrar y enfatizar, por contraste, lo que queremos preservar, que es la Naturaleza.

Intervención de sitio específico «ORIGEN: 33º22’25’’S 70º23’50’’W 17.67km 65.3ºNE» (2018). Galería Callejera en camino a Farellones.

V: Cuando dices eso pienso en esa ecuación que hacían los griegos entre belleza, verdad y bondad. Y efectivamente hay una belleza en mostrar lo que es verdadero. Es muy cierto que borrarlo habría sido artificial, un insulto a la experiencia que tu estabas creando en ese momento. Es parte de las tensiones que recorren tu trabajo: el estar y no estar, el cambio y lo inmutable, el agua y las piedras, lo mecánico y lo natural…

En un momento del video aparece tu sombra, es una aparición potente. Tú misma aludes a Virginia Wolf y su suicidio con piedras en los bolsillos. Eso y las tensiones que cruzan tus obras me hacen preguntarme qué te pasó al bañarte en el río. Vuelvo a Heráclito, a Parménides. ¿Eres tú la misma? ¿es el mismo el río? ¿qué pasa con tu corporalidad?

M: Sí, son tensiones bien simbólicas. Mis artistas referentes son Ana Mendieta, Ana Bella Geiger y Louis Bourgeois, tres artistas muy autobiográficas en su trabajo. Sobre todo en Ana Mendieta y Ana Bella Geiger su cuerpo es la obra. Pese a que tengo formación en performance, hasta ahora prefiero estar como voz en off, encarnar la obra pero no estando bajo los focos y el micrófono. Es probable que ese sea un proceso que esté desarrollando, porque en mis últimos trabajos aparece mi imagen fragmentada en espejos. En otras palabras, no quiero aparecer como Mercedes Fontecilla, solo evocar la presencia humana.

V: ¿Y cómo fue entonces esa decisión de aparecer en el video de esa obra?

M: Fue bien curioso. Yo estaba con una cámara pequeña para hacer los enfoques y la dirección del video, junto a la realizadora Camila Reyes. Empezó a caer la tarde y mi sombra empezó a entrar en la toma. Ella, que tenía la cámara profesional, me dice “estas tú en el agua y se ve increíble”. Y decidimos grabar. Fue una especie de azar incorporar la sombra, que iba a representar la presencia humana en este espacio natural. Más que la presencia mía como artista, era la presencia humana. Aunque al final todos se dan cuenta que soy yo, por el corte de pelo.

V: Es muy sugerente. La sombra es una presencia silenciosa: no está haciendo nada, nos mira a través de la cámara, es una cosa bien espiritual y cargada, esa figura que se aparece. Quizás no amenazante, pero sí con un mensaje de advertencia, y al mismo tiempo una huella de que tú estabas ahí, que hubo alguien ahí, como el generador en el caso del sonido.

Fotograma Video Arte «ORIGEN: 33º22’25’’S 70º23’50’’W 17.67km 65.3ºNE» (2017). 

P: Sí, esa sombra también me llamó la atención porque tiene una mezcla de “aquí estoy, no me olvides”. Para mi es la muerte, o una diosa omnipresente. Me pasa con tu trabajo que nunca desliga el paisaje natural del ser humano. Te inspiras en el paisaje pero siempre está de trasfondo la acción humana. 

M: Yo me propongo reintegrar, reconectar. Siento que estamos desligados y ese es el gran conflicto humano: esa desconexión con la Naturaleza. Se puede ver en personas en estado depresivo o estados alterados de conciencia, que muchas veces consiguen paz al volver a la Naturaleza, como una forma de armonizar. Finalmente eso es la belleza.

P: Yo creo que la belleza también tiene que ver con lo que no entendemos: tiene un componente de misterio, de inquietud, de duda, de algo que no podemos explicar. La belleza para mi es lo sublime, eso que no entendemos pero que intentamos comprender, y es en ese intentar entender que comienza el viaje.

M: Ahí también está el espejo como un elemento simbólico, con una carga existencial enorme. En las aguas del río aparece no solamente el espejo sino también la sombra. Y eso hace que esa escena pueda tener una connotación tanto abrazadora como amenazante. Dependiendo de lo que necesite entender el espectador es como se cierra ese guion. Y aunque se dice que el arte no va a cambiar el mundo, si no existiera quizás tampoco tendríamos un sentido de mundo y esa comprensión de la belleza. En la muestra que hice en Teatro del Puente pudimos trabajar con la escala de esa sombra, usando la sala completa para proyectar el video. La sombra medía dos metros, por lo que tuvo una fuerte recepción del público. Si pensamos en el descubrimiento de las células espejo, que permiten desarrollar la empatía, pienso de qué manera el espectador se puede sentir reflejado y ése es el efecto que permitió la sombra. Así, la idea de las células espejo, de la empatía, se pudo traducir a un lenguaje visual.

Exposición «Kura», Teatro del puente, 2018. Registro fotográfico de Gabriel Renié.

V: Para mí hay algo muy provocativo en tu obra: estás criticando, de cierta forma, la manera en que estamos presentes en el mundo, cómo actuamos en el, y nos ponemos por sobre la naturaleza ¿verdad? Pero se aparece como un escenario post-apocalíptico, donde sólo quedan las huellas, los escombros y los restos. En ningún momento vemos seres humanos vivos, sólo tu sombra. Lo conecto con las pinturas y dibujos que haces de plantas, que cómo te comentaba por correo evocan para mi un mundo de ciencia ficción. Serán los tamaños, los colores… me dibujan un mundo en que lo vegetal y lo fungi reinan: los hongos, las plantas, las esporas, las raíces. ¿Es eso algo consciente? Si bien buscas integrar, los seres humanos desaparecemos en tu obra, y nos vemos reflejados sólo en tus espejos…

M: Puede ser… ¡ojalá quiera decir todo eso! En esa serie, “Abducciones y reconstrucciones”, parecerían provenir de una naturaleza no-humana, incluso extraterrestre, una vida fuera de este planeta. Otras personas ven un mundo submarino, o visto a través de un microscopio, como un microcosmos. Es interesante que aparezcan esas dimensiones, lo macro-cósmico y lo micro-cósmico. Esos imaginarios surgen en mis primeros años de universidad a la que entré con muy pocos referentes artísticos. Para mí estudiar Arte fue un llamado, como si hubiese estado abducida por algo que me llevó a esa decisión tan crucial, de cual será tu profesión en la vida. Vivíamos en un periodo de oscurantismo en Chile: no venían muestras internacionales, no existía internet, había poco acceso a la circulación artística, incluso si querías ir a la biblioteca había restricciones. Entonces mis referentes artísticos eran muy escasos, y en primer año estaba en plena búsqueda, con toda esa ansiedad de querer desarrollar arte y de entender me llevó ahí. Teníamos un grupo de amigos bien rayados con el dibujo automático de los surrealistas y trabajábamos de forma colectiva la poesía también. Como cadáveres exquisitos, íbamos interviniendo el trabajo del otro, completando frases, pasando la croquera de mano en mano. Y sucedía que te conectabas con una fuente interior, que es un caudal absolutamente único, atávico, si quieres. Quizás a eso se refería Jung cuando hablaba del inconsciente colectivo. A falta de referentes externos, acudimos a esa fuente donde aparecen todos esos imaginarios, esas formaciones. Por eso hablo de la formación de la materia, porque creo que ahí está el código sagrado que nos explica y también nos proyecta.

Serie «Abducciones y reconstrucciones» (2011). Óleo sobre tela 100×100 cms.

P: Tienes una serie de fotografías que sacaste en una ex cárcel en ruinas en Valdivia, de capas de pintura en las paredes. Es como si buscaras lo que estaba en una primera instancia, y escribes “Superpuestas unas tras otras las intenciones de evocar el hogar”. Me pareció una frase clave, nuevamente yendo al origen, a lo circular, al inicio… te lo comenté por correo, un afán arqueológico que veo en ti. Para mí no hay ningún paso que des sin antes ir hacia atrás y revisar; y ese ir hacia atrás y hacia adelante, me hace preguntarme si volverías a alguna obra, ¿volverías al rio? ¿volverías a esa cárcel? ¿volverías a retomarlas de otra forma, o para ti ya son ciclos cerrados? ¿Has pensado en volver a esos lugares siendo la Mercedes de hoy, que no es la misma de esos años?

M: Eso se enlaza con lo que decía Victoria, si esa agua del rio es la misma o no. En esta retórica lo que hago es desarrollar el trabajo, avanzando. Luego se va viendo cuantas veces hay que volver, cuantas veces seré la misma, o cuantas veces dejé de serlo. Quizás no es importante llegar a una conclusión, pero esa retórica permite hacer una revisión permanente de tus pasos. Me parece fascinante tu pregunta, porque la otra carrera que me interesaba era Arqueología en Valdivia. En ese tiempo, para entrar a Arte tenías que rendir una prueba especial y me fue bien, entonces Arqueología quedó como segunda opción.

Volviendo al trabajo en la cárcel, esa superposición de capas que fotografié tuvo un fuerte nivel de involucramiento. Ese trabajo lo realicé durante una residencia artística en Valdivia. Fueron varios días trabajando intensamente con el territorio, con nuestros cuerpos atravesando en ese territorio en una deriva constante. Trabajando con otros artistas que -como decía- amplifica mucho la reflexión. Es un tiempo de hablar de arte desde el desayuno hasta la noche, intercambias miradas, ideas, se amplifica todo de forma exponencial. Esa visita a la cárcel de Valdivia se produjo en ese contexto, donde fuimos guiados por ex presos políticos que estuvieron en esa cárcel. Nuevamente ese eterno retorno ¿no? relatar a un grupo de artistas lo que habían vivido allí. Es de una potencia demoledora. Algo que me quedó fuertemente marcada es que ellos recurrían a recursos artísticos para salvar su cotidianidad carcelaria y utilizaban los muros como soporte porque no tenían acceso a talleres o materiales.

Serie «Evocación/Reflejo» (2019). Fotografía digital.

Cuando nos dieron la posibilidad de hacer recorrer a solas ese espacio arquitectónico, yo quería volver a esa dualidad, de lo artificial y lo natural. Quería tratar de captar eso que quedó impregnado en los muros, el espíritu de los presos en ese espacio en ruinas. Y tratar de captar también ese deseo de memoria que tienen ellos al realizar esos actos tan generosos de volver a un lugar de dolor. Ellos fueron torturados, pasaron su juventud presos, no por cometer un delito sino que por tener ideas consideradas peligrosas. Es un nivel de injusticia existencial absoluta.

V: Son realmente tremendas esas fotos, el juego que haces con los espejos y ese ojo estético que tienes, en que se asoman cosas y se ocultan otras que te devuelve el espejo desde otro muro. La sensación es de estar atrapado en un espacio paralelo, en el eterno retorno de Nietzsche, como dices tú. Y claro que sí, se siente ese dolor y una cierta melancolía… Bueno creo que estamos llegando un poco el tema del espejo que no lo hemos tocado directamente todavía.

M: El leitmotiv…

«in girum imus nocte et consumimur igni». Cristal y espejo intervenido con texto.

V: La idea de lo mismo pero que no es lo mismo, que es al revés, como el palíndromo. ¿Cómo llegas a ese lenguaje visual? En algunas obras vemos en el espejo lo que tú estás intentando reflejar. Pero en las fotos de Galería NAC están impresas en superficies reflectantes; y ahí ya lo que lo que se verá en cada momento dependerá de la persona, de la hora del día…

M: Siempre tuve una fascinación absoluta por los cristales. Cuando empecé a trabajar para la exposición en la Galería NAC quise desplazar el lenguaje fotográfico. Me pareció más adecuado imprimir las fotografías en cristal porque tenía que ver con el aspecto cíclico que para mí representa el cristal, que es un elemento loquísimo a nivel material, atómico… ¡eso fue arena! Y producto del fuego se transforma en algo transparente. Para mi, a nivel conceptual, es una locura. Fue esa materia que me permitió crear una serie de recursos visuales que involucran al espectador: al acercarte a ese cristal se integra tu reflejo. Está tu esencia, tu aura.

V: Integrado y superpuesto a una imagen que planteas tú, a tus fotografías de lo urbano, de desechos, de huellas…

M: Integrada a ese discurso apocalíptico. Porque muestro también la parte más dura que le toca vivir al río: su paso por la ciudad, cuando es domesticado. Ese trabajo tiene un texto que escribí – esos versos están integrados en las fotografías- y que apela al transcurso del tiempo en una dimensión mayor. Los procesos geológicos son de una temporalidad totalmente distinta a nuestro pasar humano. Al trabajar con cristal, recogía esas temporalidades geológicas. Todo nos trasciende: todo lo que nos rodea. Es probable que muchas personas se pregunten a menudo cual es el sentido de su vida o enfrentan la duda sobre su misión en la vida. Muchos viven con esa disquisición permanente. Quizás despejar esas dudas permitiría existir de forma más plena y entregada.

«Damos vueltas en la noche y somos consumidos por el fuego» (2017). Cristal y espejo intervenido con texto.

V: Hay un guiño a Zurita y sus paisajes intercalados con poesía…

M: Cuando vi esa idea en tu mail me gustó mucho: él fue muy importante a fines de los ochenta cuando estábamos sumidos en esa noche oscura en Chile, y fue uno de mis referentes. Uno de los primeros regalos que yo le hice a mi pololo de esa época, y padre de mi hija, fue su libro “Purgatorio”. ¡Cero romántico! Entonces desde muy atrás Zurita ha estado presente, he sentido una fuerte conexión con cómo traduce en palabras ciertas ideas que yo también intento articular.

P: Pensando en lo que hemos estado hablando no me aguanto de preguntarte… ¿Tú crees en el tiempo?

M: Uf. Sin duda estamos regidos por ciclos naturales y aunque reniegue del objeto reloj y del tiempo ligado a las jornadas laborales, estamos determinados por esa temporalidad de los ciclos cósmicos. Ahora en pandemia tenemos otra noción del tiempo, nos regimos más por el sol, por la luz natural… Creo en esa dimensión del tiempo, en esa temporalidad propia de estar circulando en el universo, girando en torno a una estrella que determina días, estaciones… La vida completa. Incluso lo veo en mi jardín; si no pongo atención a las estaciones, el jardín no es el mismo, le va peor.

V: Pienso que el consenso podría ser creer o afirmar un tiempo menos lineal, alejado del ideal moderno del progreso infinito. Una afirmación que busque volver a centrarnos en los ciclos, lo cual se conecta con cómo se relacionan con la naturaleza los pueblos originarios. Estar atentos a la luna, las estaciones, la luz, como dices tú.

M: Desde fines del 2016 empecé a experimentar una temporalidad que no está determinada por esa noción de progreso. El ser humano tantas veces está determinado por su espacio laboral. Como ahora no tengo un trabajo “industrial” puedo regir mis propios tiempos, me despego de ese determinismo externo.

P: Eso es muy contingente a lo que estamos hablando. Yo no siento que los artistas seamos seres superiores: considero que todos somos artistas. Pero al decidir ser artista y llevar mi vida por ese camino, ocurre un salto al vacío, de no siempre saber qué me espera al día siguiente. Una deja suceder algo súper interesante: que el tiempo te acontece. Escuchas tu respiración. Entras en una dinámica que permite crear, el tener esos vacíos, momentos de existencia pura, nos distancian del mundo cotidiano, de la productividad. Creo que debiera ser parte de las rutinas de todos. Es una condición humana que los artistas simplemente dejamos que se exprese. Anoche estuve escuchando a Zurita (quiero trabajar con él, aunque el no lo sabe aún). Dijo algo que me llamó mucho la atención con respecto a la obra de arte: entre mis ojos y ella, hay libertad. Tu obra me llena de preguntas, y eso me encanta. Eso es fundamental. Quedarse en la duda, no entregar las respuestas.

M: Creo que lo que dice Zurita es una especie de seducción con el arte. Es como un enamoramiento, y a medida que existen esos espacios misteriosos, esa pasión puede permanecer… eso, para mí, es el gran statement del arte. Para poder amar profundamente lo que tú piensas. Sino harías reflexión pura y no la llevarías a la manufactura, al quehacer material. Ir más allá de la reflexión, ir hacia el subconsciente de la materia. Como artista, una suele ser vista como alguien un poco porfiada. Cuando estaba retomando el arte, una colega me dijo mira, la clave del éxito es tener un sello: que a kilómetros alguien pueda decir “ese es un Mercedes Fontecilla”. Eso no lo haré nunca. Trabajo en arte porque creo en la libertad. No soy un logotipo, una marca, un emblema. Es algo que cada vez ratifico más: ir por las derivas que se me presentan… Y vuelvo al espejo que aparece como esta posibilidad de ser el gran hilo conductor,  el elemento pivote, el leitmotiv de mi trabajo. Eso lo tengo claro. En lo demás, espero no supeditarme a un “sello Fontecilla”, no me importa que alguien no sepa que un trabajo es mío, bienvenido el anonimato.

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